Se conoce como demencia a la perturbación de las capacidades mentales del ser humano, la cual genera el deterioro de la función cognitiva y progresivamente ocasiona la pérdida de las facultades que tienen los individuos para razonar, recordar, aprender, orientarse e interactuar a través del lenguaje; además, afecta la estabilidad emocional de la persona que la padece y su comportamiento social.
No existe una causa directa por la cual un individuo pueda desarrollar demencia, ya que esta no es una enfermedad, sino un trastorno que forma parte de las consecuencias de otras patologías que deterioran las células cerebrales y permiten desplegar los síntomas que la caracterizan.
Por su parte, el Alzheimer es conocido como la forma más común y extrema de demencia, y presenta los mismos síntomas sin ser consecuencia de otra patología. Esta enfermedad es neurodegenerativa, irreversible y fatal. En cifras de la OMS (Organización Mundial de la Salud) entre el 60 y 70 % de las personas que sufren demencia padecen Alzheimer y sólo 3 % de ellas logran vivir más de 14 años después del diagnóstico.
Como ya se ha planteado anteriormente, la demencia es un trastorno provocado por algunas enfermedades, por lo que su principal causa es padecer de estas otras patologías que la incluyen entre sus consecuencias. Dentro de estas existen dos tipos, las reversibles (también denominadas delirios por algunos especialistas) y las irreversibles. Las primeras son aquellas que con atención médica y fármacos pueden llegar a detenerse e incluso mejorar progresivamente, pocas veces son seniles (inherentes a la vejez); mientras que las segundas son degenerativas, es decir, que no se pueden detener y con el pasar del tiempo empeoran; generalmente atacan a personas de avanzada edad.
Entre las patologías reversibles se pueden encontrar: la hipoxemia (afección generada por la falta de oxígeno), la demencia de origen metabólico (consecuencia de variaciones desmedidas en los niveles de sodio y calcio en sistema sanguíneo), y los hematomas subdurales (depósitos de sangre que se localizan entre el cráneo y la superficie del cerebro). La hidrocefalia (aumento del líquido cefalorraquídeo) y los tumores cerebrales también pueden ser causas de demencia o episodios delirantes, al igual que el envenenamiento, la desnutrición, enfermedades relacionadas con problemas cardiacos y reacciones negativas a algunos medicamentos.
El consumo excesivo de alcohol y algunas sustancias ilícitas, pueden relacionarse con la causa de episodios dementes; la hipoglucemia, problemas tiroideos y enfermedades como la meningitis y la encefalitis, que incluyen infecciones cerebrales, al no ser tratadas a tiempo pueden ocasionar este trastorno.
El Alzheimer es la principal causa de demencia irreversible a nivel mundial, pero también existen otras. Los cuerpos de Lewy, la demencia vascular y la frontotemporal, también se conocen como formas de demencia progresiva.
Así pues la segunda causa de demencia es la vascular, la razón de su aparición es la arterioesclerosis (endurecimiento de arterias) y la estenosis (estrechamiento de arterias) lo que produce daños en los vasos sanguíneos. A esta afección también se conoce con el nombre de demencia por mini-infartos, debido a que estos resultan frecuentes al no llegar suficiente oxígeno al cerebro.
La demencia con cuerpos de Lewy ocupa la tercera causa de este trastorno, y es originada por la acumulación de estructuras proteicas anormales en las células nerviosas y en el cerebro (llamadas cuerpos de Lewys). Esta enfermedad suele confundirse con el Alzheimer, debido a que tiene síntomas comunes, y sólo puede tenerse certeza de su diagnóstico mediante la autopsia, ya que la existencia y prevalencia de estos cuerpos únicamente se pueden demostrar mediante la inmunohistoquímica o inmunoanálisis (procedimiento post mortem mediante el cual se detectan sustancias biológicamente activas, a través de la unión de anticuerpos a la estructura que requiere ser identificada).
La cuarta causa es la demencia frontotemporal, suele desencadenarse a una edad más temprana que las anteriores, inclusive se conocen casos de pacientes con 40 años de edad; se caracteriza por la degeneración de células nerviosas en el lóbulo frontal y temporal del cerebro; un tipo de esta forma de demencia es el conocido como enfermedad de Pick, la cual se caracteriza por tener una cantidad anormal de la proteína tau dentro de las neuronas. Otras patologías degenerativas como Huntington, Parkinson y esclerosis múltiple también son relacionadas con este trastorno, aunque no están incluidos entre sus formas.
Hoy en día se siguen estudiando las posibles causas que desatan el inicio de la degeneración progresiva de las células nerviosas, y por consiguiente de la EA (Enfermedad de Alzheimer). Sin embargo, se conoce que es multifactorial, y que al igual que muchos otros síndromes, estas pueden variar en cada individuo, ya sea por factores genéticos o ambientales.
Aun así se ha identificado un patrón: la aparición de ovillos de neurofibrillas y de placas seniles, amiloides o neuríticas. Los ovillos, son enredos fibrosos que aparecen como un resultado anormal en la polimerización (proceso en el que las moléculas reaccionan entre sí y forman otra molécula de mayor peso) de la proteína tau (ayuda a regular el equilibrio en el tráfico de las células nerviosas) que se encuentra principalmente en el sistema nervioso central y periférico. Por su parte, las placas neuríticas son cúmulos extracelulares de la proteína beta-amiloide, que se ubican en los espacios interneuronales de la sustancia gris del cerebro, aparecen a una edad avanzada (por lo que también son llamadas seniles) y se asocian con la degeneración y muerte neuronal.
Es común que las personas confundan la EA con la demencia senil, y es que estos términos se encuentran sumamente ligados, pero aun así tienen diferencias que deben conocerse. La demencia senil es el debilitamiento de las habilidades cognitivas a raíz de la edad, lo que origina una pérdida de facultades; por su parte, el Alzheimer puede considerarse un tipo de demencia senil, pero no ella en sí.
Una manera de reconocer estas distinciones es recordando que la demencia senil puede ser causada por diversas patologías, mientras que la EA muestra lesiones cerebrales específicas que la caracterizan y en algunos casos particulares, generalmente por causas genéticas, puede atacar a personas de menor edad. Es importante recordar que no todas las demencias son seniles.
A pesar de que no se puede predecir la aparición de este trastorno, existen factores de riesgo que hacen más propensos a algunos individuos, y es importante conocerlos.
Edad: El deterioro del organismo, la aparición de enfermedades y de placas seniles, hace que las personas de tercera edad sean las más propensas a padecer demencia, especialmente Alzheimer.
Antecedentes: La genética juega un factor importante, no sólo a la hora de desarrollar demencia, sino cualquier otra enfermedad. A pesar de que son pocos los casos donde este trastorno se asocia a la herencia, es posible que su presencia sea por esta causa. La EA hereditaria se conoce como Alzheimer de aparición temprana, surge antes de los 65 años y es consecuencias de mutaciones genéticas.
Sexo: Aunque no supone un factor determinante, se conoce que las mujeres son más propensas a padecer trastornos mentales. En el caso del Alzheimer, suele atribuirse a la deficiencia de estrógeno tras la menopausia.
Enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y colesterol elevado: Las patologías relacionadas con problemas sanguíneos y circulatorios suelen ser un detonante para la demencia, específicamente en su forma vascular.
Diabetes tipo 2: Los niveles elevados de insulina pueden provocar un desorden en la producción de otras sustancias del organismo, lo que podría desatar fallas en el sistema nervioso central, y a su vez demencia.
Golpes en la cabeza: Estos pueden originar la alteración o el atrofio de algún lóbulo del cerebro, afectando el aprendizaje, la memoria y hasta el sistemas locomotor.
Sin embargo, la actividad física e intelectual y una dieta balanceada contribuyen a la prevención del trastorno de la demencia, así como de otras enfermedades que podrían desencadenarla. Los buenos hábitos alimenticios y el ejercicio son vitales para que el organismo mantenga un correcto funcionamiento; mientras que la agilidad mental, la memoria y el aprendizaje, ayudan a mantener el cerebro activo y cumpliendo sus funciones.
La demencia consta de tres etapas (temprana, intermedia y tardía) cuyos síntomas van de menor a mayor intensidad según el avance del trastorno. Su evolución es diferente en cada paciente, por lo que las etapas no se evalúan por periodos de tiempo, sino que se califican según la severidad de los síntomas.
Etapa temprana: Suele pasar desapercibida, los síntomas se manifiestan esporádicamente y con poca intensidad. Es común que minutos después del olvido la persona encuentre la palabra que deseaba utilizar o se ubique en el entorno. Entre sus síntomas se encuentran:
Etapa intermedia: En esta fase del trastorno el individuo se percata de su situación, los síntomas comienzan a hacerse evidentes antes los demás y se acentúan; además, se vuelven repetitivos. Los síntomas más comunes durante esta etapa, son:
Etapa tardía: Se habla de ella cuando ya el trastorno está en su fase más avanzada. El individuo ya no responde debidamente a los estímulos, se encuentra en un vacío y depende enteramente de otros para sobrevivir; la inactividad y el sedentarismo son síntomas que caracterizan la etapa final. Otros síntomas son:
Entre otros síntomas que pueden generarse entre la segunda y la tercera etapa de la enfermedad, se encuentran:
A pesar de tener mucha similitud en su sintomatología, el Alzheimer tiene la particularidad de que el deterioro de las células nerviosas inicia en el hipocampo (ubicado en la parte media del lóbulo temporal del cerebro, principal responsable del almacenamiento de datos) lo que origina que los problemas de ubicación y memoria aparezcan desde la primera etapa de la enfermedad. Es importante recalcar que la EA ataca a personas mayores de 65 años de edad; según algunos estudios sólo el 1 % de los casos involucra a individuos menores, y en su mayoría se le atribuye al factor genético.
El Alzheimer, a diferencia de la demencia, se divide en tres fases: leve, moderada y grave. En todas las fases se evidencia el deterioro progresivo del afectado, debido a que con el paso del tiempo le resulta más dificultoso ciertas actividades que antes, a pesar de los síntomas primarios, podía sobrellevar.
Fase leve: Al igual que la etapa temprana de la demencia esta puede no ser detectada de inmediato. En ella, los afectados tienden a tener letargo al reaccionar ante un estímulo, cambian de humor rápidamente, les resulta difícil concentrarse y elaborar tareas de rutina, comienzan a tener dificultad para aprender y recordar algunos hechos, principalmente los recientes (lo que caracteriza el inicio de la pérdida de memoria); esto los lleva a la confusión y a la frustración.
Fase moderada: La memoria se ve severamente perturbada, ya no son sólo los recuerdos recientes los que no se logran dilucidar, sino también la memoria a largo plazo. Es posible que en esta etapa ya el individuo no reconozca a algunos integrantes de su familia o amigos íntimos, posiblemente a mitad de una intervención olvide lo que estaba diciendo o empiece a balbucear (debido a los trastornos del lenguaje). Aun así, existe la posibilidad de que pueda realizar algunas actividades por sí mismos (aunque tiende a equivocarse en algunos gestos o acciones) pero progresivamente van perdiendo facultades. La desubicación espacial y temporal (año, día y fecha), la deambulación errática y el aislamiento comienzan a notarse en este nivel y se van intensificando progresivamente.
Fase grave: Es la etapa cumbre de la enfermedad. Durante este periodo el individuo se hace dependiente, pierde el manejo de las funciones corporales (control del esfínter) y del sistema locomotor, atraviesa episodios delirantes o alucinantes, pocas veces y por cortos lapsos de tiempo puede reconocer a ciertas personas, lo que es inusual, debido a que la pérdida de la memoria es casi total y sigue evolucionando hasta quedar en blanco. Todos estos síntomas llevan al sedentarismo, al debilitamiento físico y mental del individuo (por no ejercer las funciones necesarias para la vitalidad) lo que ocasiona la vulnerabilidad del sistema inmune.
Las otras formas (vascular, cuerpos de Lewy y frontotemporal), a pesar de que en su mayoría cuentan con los mismos síntomas de la demencia, tienen algunas variantes con respecto a los estándares de este trastorno.
En la demencia vascular también son comunes los episodios epilépticos y la parálisis momentánea o permanente de algún miembro del cuerpo, esto a causa de los infartos producidos por los problemas arteriales que originan la hipoxemia. La demencia con cuerpos de Lewy en algunos pacientes puede desarrollar temblor ligero y rigidez muscular.
La forma frontotemporal de este trastorno es la más leve, en algunos casos es posible que no cuente con la sintomatología habitual de la demencia hasta un nivel sumamente avanzado de la enfermedad. El problema principal (y con algunas excepciones, único) de esta forma de demencia es el aspecto cognitivo: cambio repentino del humor, desinhibición conductual, incorrecto e inapropiado uso del lenguaje y apatía, lo que puede originar cuadros de ansiedad y depresión.
Los principales efectos de la demencia recaen en las emociones y repercuten en la conducta social de quien la padece. El interés por las actividades habituales y placenteras pasan a ser casi nulos, el afectado suele tener problemas en su desarrollo intelectual, lo que perjudica su desempeño laboral; el deterioro de las capacidades de lectoescritura y facultades del lenguaje hace complicada su interacción con los semejantes. Asimismo, la dificultad para recordar eventos recientes y la desubicación espacial compromete el cuidado, y pone en riesgo la vida de individuos a su cargo.
A medida que avanza la enfermedad se van agravando los síntomas y por ende las consecuencias, los familiares empiezan a involucrarse y esta preocupación también se trasfiere a sus vidas, afectándolos negativamente. La principal medida que toma la persona que sufre de demencia es el aislamiento, la idea de ser señalada o considerarse una carga la embarga, lo que genera perturbaciones que se desencadenan en episodios depresivos.
El cerebro, el sistema nervioso central y todos los órganos que trabajan dentro de la corteza cerebral, son los encargados del funcionamiento del organismo; por esto la demencia trae resultados devastadores que coartan hasta la capacidad de recordar, aprender, desempeñar labores diarias y cubrir las demandas naturales del cuerpo.
La enfermedad de Alzheimer es considerada la más severa entre las formas de demencia, sus consecuencias son fatales, debido a que es irreversible y degenerativa. Al llegar a la fase grave ya el individuo se encuentra desprovisto de un buen sistema inmunológico; el conglomerado de síntomas, la inactividad, el factor edad y la dependencia juegan en contra del organismo y lo hacen vulnerable a cualquier patología. Es común que simples enfermedades compliquen la salud del afectado (generalmente atacando el sistema respiratorio y circulatorio) y en consecuencia ocasionen su fallecimiento.
Los métodos que se utilizan para controlar y revertir las demencias causadas como consecuencia de otra enfermedad (las denominadas reversibles) no son exactos. Cada patología posee una serie de cuidados y restricciones que deben tomarse a la hora de combatirlas, por lo que es delicado suministrar un medicamento para contrarrestar el trastorno, ya que este puede reaccionar negativamente ante la enfermedad agresora y perjudicar la salud del paciente.
Por ello al momento de suministrar fármacos es muy importante haber consultado a un especialista previamente, que determine cuál es el causante de la demencia, para así atacarlo correctamente y disminuir sus repercusiones. Asimismo, puede darse el caso de que un medicamento, o el cúmulo de varios fármacos en el organismo, sean causantes o agravantes de la demencia, por eso los tratamientos deben ser vigilados desde el ámbito médico.
Sin embargo, es común que se receten antidepresivos y ansiolíticos (calmantes de la ansiedad) que inhiben la receptación de serotonina, con la finalidad de disminuir las cargas emocionales y evitar efectos depresivos; ambos fármacos también se emplean en el tratamiento de las formas de trastorno irreversibles.
Entre los tratamientos para las formas de la demencia también se encuentran: inhibidores de la acetilcolinesterasa (sintetizan y modulan las funciones de las enzimas de colinacetiltransferasa dentro de la neuronas, lo que contrarresta el debilitamiento de las disfunciones motoras, debido al aumento del neurotransmisor acetilcolina) siendo Donepezilo y Galantamina los más utilizados; Neurolépticos (grupo de fármacos que disminuyen las alucinaciones o episodios maniáticos) y los antagonistas del receptor NMDA (neurotransmisor glutamato) que reacciona negativamente con otros componentes y dificulta la plasticidad neuronal y con ella el aprendizaje y la memorización. En la actualidad el principal medicamento antagonista de NMDA es la Menantina.
Entre los efectos secundarios de estos fármacos se encuentran: dolor de cabeza, fatiga, estreñimiento o diarrea, dificultades respiratorias, calambres musculares, mareos, perdida del equilibro o sensación de movimiento, insomnio o somnolencia y debilidad corporal. Usualmente la dosis recetada va aumentando conjuntamente con el desarrollo de la enfermedad, y con ellas las contraindicaciones de estos medicamentos.
La psicoterapia queda descartada entre los tratamientos de la demencia, sea irreversible o no, ya que puede agravar la confusión del paciente y en consecuencia complicar su estado de salud, esto debido a que no se encuentra en la capacidad de establecer un diálogo fluido y coherente en donde manifieste sus pensamiento y emociones; por el contrario, se recomienda que los allegados asistan a este tipo de consultas, con la finalidad de poder superar la situación y ayudar al afectado. Igualmente, la terapia de grupo se encuentra contraindicada cuando la EA ha atravesado la fase leve, ya que el paciente tiene más tendencia a aislarse al no reconocer a sus semejantes (en la moderada ya se ha perdido significativamente la capacidad de archivar recuerdo a corto plazo).
Los médicos y científicos siguen buscando un tratamiento que revierta los efectos del Alzheimer y de otras formas de demencia. Hasta ahora los métodos utilizados se basan en los estudios de cerebros de personas fallecidas que han sufrido EA. Con estas pruebas se han logrado determinar los fármacos antes mencionados, que si bien no curan el mal de Alzheimer, aletargan el deterioro de la persona que lo padece y encaran los causantes de su sintomatología.
Mientras ellos siguen trabajando por encontrar una cura, los avances son notorios y aparecen en el mercado nuevas marcas con fórmulas más potentes que, con orientación de un especialista, pueden resultar bastante eficaces. Sin embargo, es importante reiterar que la compresión y el apoyo de la familia siempre van a jugar un papel fundamental en el proceso.
Psicoterapeutas y psicólogos de Venezuela expertos en demencias y alzheimer