La esquizofrenia es un tipo de trastorno psicótico de carácter crónico que afecta severamente las funciones mentales del ser humano, produciendo graves consecuencias que lo llevan a sufrir grandes distorsiones de la realidad, que van desde experimentar sensaciones irreales como voces en sus mentes, u otro tipo de percepciones que sólo ellos y nadie más pueden sentir.
Este problema afecta enormemente el desarrollo psicológico y social del individuo porque se encuentra permanentemente sumergido en una realidad que sólo existe en su mente, impidiéndole tomar parte activa en el desempeño de cualquier tipo de actividades, ya sea de carácter académico, laboral o social.
El funcionamiento psicológico del individuo actúa de manera distorsionada, causando un fuerte impacto en la consciencia de la realidad. Este desorden cerebral deteriora la capacidad de pensamiento, las emociones o la voluntad. Básicamente su mente construye todo un mundo paralelo en el que pueden llegar a pensar cualquier cosa totalmente distinta a lo que en realidad está sucediendo.
En esa distorsión de la realidad, los pacientes con esquizofrenia suelen manifestar que escuchan voces en todo momento que le indican qué hacer y cómo actuar ante determinadas circunstancias. Esta situación les impide mantener comportamientos o conductas normales que le permitan cumplir con tareas determinadas o alcanzar alguna meta, lo cual prácticamente los incapacita de poder estudiar una carrera profesional, desarrollarse laboralmente o tener una familia.
Es importante mencionar que la esquizofrenia suele ser confundida o asociada a trastornos de doble personalidad, esto a causa de que las voces que escucha el afectado este puede vivirlas como personalidades que existen dentro de él mismo, pero lo cierto es que no determinan su propia personalidad, por lo que no se trata de una persona que va cambiando entre distintas maneras de pensar o actuar.
Adicionalmente es muy común que las personas con esquizofrenia padezcan de otros trastornos mentales, como la depresión o los trastornos de ansiedad. En otro contexto, un alto índice de esquizofrénicos han consumido drogas, al menos una vez en sus vidas, factor de riesgo que aumenta los síntomas de esta enfermedad.
No ha sido posible determinar qué causa la esquizofrenia en una persona, aunque algunos estudios han podido indicar que existen patrones hereditarios en esta enfermedad. De cualquier modo, prácticamente cualquier persona podría convertirse en esquizofrénico en cualquier momento.
Los síntomas por lo general tienden a manifestarse entre los 16 y los 30 años de edad, pudiendo aparecer en edades más avanzadas, aunque difícilmente esto ocurra después de los 45 años. También es probable aunque poco común la aparición de síntomas en los niños, alrededor de los 5 años de edad, pero en estos casos tiende a confundirse con otros trastornos propios del desarrollo, como el autismo.
Aproximadamente el 1 % de la población mundial padece de esquizofrenia y los hombres tienen una mayor probabilidad de sufrir la enfermedad que las mujeres. La única diferencia relacionada al sexo es que los hombres mayormente desarrollan los síntomas en edades más tempranas que las mujeres.
Cómo ya se ha mencionado, las causas de la esquizofrenia son muy difíciles de determinar. Sin embargo, diversos estudios dan cuenta de muchos factores de riesgo que podrían asociarse con el surgimiento de los síntomas de la esquizofrenia.
Entre las probables causas de la esquizofrenia, es la relacionada a los genes y la herencia la más aceptada por los científicos y la de aparente mayor incidencia. De hecho, está establecido que la esquizofrenia es hereditaria, aunque se desconoce cuáles son exactamente los genes que los transmiten.
Aproximadamente el 10 % de los casos hereditarios ocurren por relaciones de parentesco de primer grado (padres o hermanos), y en los parentescos de segundo grado (tíos o abuelos) también existe una alta probabilidad de herencia.
La interacción que tienen los genes con el medio ambiente también podría ser causal de esquizofrenia. En este sentido, existe un sinfín de elementos ambientales que juegan un papel importante, como las infecciones, enfermedades y la alimentación, que de alguna manera podrían afectar el funcionamiento del cerebro.
Los neurotransmisores son sustancias que se encargan de la comunicación adecuada entre las neuronas que se encuentran en el cerebro. Estudios han determinado que la esquizofrenia aparece cuando existen fallas en esos neurotransmisores, lo que provoca un desequilibrio cerebral, y la muy probable aparición de la enfermedad.
Cualquier alteración de la normalidad que requiere el embarazo podría causar lesiones cerebrales, que con el tiempo permiten en desarrollo de la enfermedad en los niños. Adicionalmente, deben considerarse cualquier tipo de complicaciones que puedan ocurrir durante el parto.
La esquizofrenia es sin duda una enfermedad repleta de controversias y contradicciones, y eso también se afirma al momento de evaluar los síntomas. En este caso, la sintomatología de las personas que sufren esta enfermedad es muy variada, pero ninguno de estos síntomas es propio de ella, sino que también forman parte de otros trastornos mentales. Además, sólo los esquizofrénicos saben realmente qué es lo que perciben, haciéndose muy difícil para las otras personas que con ellos conviven determinar cómo se sienten.
En los primeros años de la enfermedad se hace muy común que el paciente experimente síntomas de depresión o ansiedad, causando además estrés, falta de concentración y tristeza, así como dificultad para dormir y aislamiento al no sentirse bien en ambientes sociales. Esto puede ayudar a las personas que se encuentran a su alrededor a darse cuenta de que la persona tiene un problema, y así se puede buscar ayuda de manera anticipada.
Más adelante es que comienzan a manifestarse los síntomas más graves de la enfermedad. Para facilitar un poco las cosas, los síntomas de la esquizofrenia se dividen en tres principales categorías, que se diferencian por el tipo de reacciones que manifiesta el esquizofrénico:
Los síntomas positivos son aquellos que se manifiestan como reacciones que no van acorde a las actitudes que pudiera tener una persona normal, como ver cosas que no existen, escuchar sonidos sólo en su mente o pensar que ocurren cosas que en realidad no suceden. Es esta clasificación se encuentran las alucinaciones, los delirios, los trastornos del pensamiento y los trastornos de la autopercepción.
Alucinaciones: son las percepciones que el paciente tiene dentro de su cerebro, con las que puede escuchar, ver o sentir cosas que en la realidad no existen. En esta clasificación, lo más común es conocer casos en los que la persona escucha “voces” en su cabeza. Existen diferentes tipos de alucinaciones, todas percibidas a través de los sentidos:
Ideas delirantes: son ideas falsas de los que la persona sostiene y está plenamente convencida de que son reales y podrían causarle algún daño, causadas por una interpretación errónea de los detalles que la realidad que percibe. Están determinadas por los siguientes tipos de pensamiento:
Trastornos del pensamiento: ocurren debido al deterioro del cerebro, cuando el pensamiento de la persona afectada con esquizofrenia se aleja completamente de toda lógica. Los esquizofrénicos con este síntoma son incapaces de asociar ideas, recuperar recuerdos importantes o mantener la hilaridad de un tema de forma coherente.
Trastornos de la autopercepción: este grave síntoma consiste en la pérdida de toda capacidad para analizarse a sí mismo, teniendo una percepción totalmente distorsionada de su persona, su cuerpo y su relación con todo lo que lo rodea.
Son aquellos que disminuyen las capacidades de la persona y le hacen parecer desconectados de todo tipo de actividad física o emocional, dando la impresión a su alrededor de tener algún tipo de depresión o sufrir de retraimiento. Estos síntomas afectan principalmente la energía, la motivación, las emociones y las relaciones sociales.
Falta de energía y motivación: a causa de la esquizofrenia, las personas llegan al extremo de perder todo interés por cualquier tipo de actividades, mostrándose totalmente apáticos ante la vida y sin ningún entusiasmo, energía o concentración sobre lo que les rodea, por lo que sin incapaces de cumplir con sus obligaciones.
Trastornos emocionales: la experimentación de emociones ya no es posible para quien sufre de esquizofrenia, por lo que muy probablemente comience a padecer de depresión o mal humor a causa de no ser capaz de sentir ningún tipo de placer ante nada. Debido a esto, al paciente se le hace prácticamente imposible manifestar sentimientos de afecto hacia los demás, y al no poder expresar lo que siente, tiene el riesgo incluso de hacer desaparecer sus sentimientos.
El comportamiento del paciente también podría producir cambios en su higiene y cuidado personal, poniendo en riesgo su salud, así como perder la motivación por mantenerse en contacto con sus seres queridos.
Los trastornos emocionales deben ser seguidos como mucho cuidado. Siempre es muy probable que vengan acompañados de alucinaciones o delirios que le indiquen al esquizofrénico cómo actuar, sin que este pueda evitarlo, lo que conlleva a acciones en contra de su integridad y la de los que lo rodean.
Retraimiento social: por lo general los pacientes que sufren de retraimiento social no hacen absolutamente nada por intentar conservar el contacto con familiares o amigos, buscando que sea siempre lo mínimo posible, o eliminando esto por completo.
Los trastornos cognitivos afectan seriamente todos los procesos del pensamiento y el procesamiento de la información, causando un deterioro en la atención, concentración, memoria, creatividad y elaboración de ideas, originando una fuerte dificultad para el aprendizaje y la planificación de actividades.
Los esquizofrénicos con alteraciones cognitivas son incapaces de formar parte activa en un proceso de toma de decisiones y ven fuertemente disminuida su capacidad creativa en todo sentido, lo que le impide evidentemente llevar una vida normal.
Existe una controversia respecto a la clasificación de los tipos de esquizofrenia según los síntomas que presenta el paciente, debido a que no hay un acuerdo entre la quinta versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DMS-V) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, y la décima edición de la Clasificación internacional de enfermedades (CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud. Básicamente la OMS recomienda el uso del CIE-10, que clasifica la esquizofrenia en siete tipos, mientras que el DMS, sólo en cinco, que además en su quinta versión se ha eliminado la distinción de subtipos.
Si se toma en cuenta la clasificación que anteriormente utilizaba la DMS, esta era:
1. Esquizofrenia paranoide: predomina la paranoia relacionada a sensaciones de persecución y delirios de prejuicios hacia el paciente por parte de cualquier persona.
2. Esquizofrenia desorganizada o hebefrénica: se caracteriza por un comportamiento desorganizado por parte del paciente, con discursos sin lógica alguna y alteraciones emocionales de carácter incongruente.
3. Esquizofrenia catatónica: produce alteraciones del sistema psicomotor del individuo, produciendo rigidez del cuerpo hasta alcanzar el estado catatónico, lo cual lo imposibilita de cuidar sus necesidades personales.
4. Esquizofrenia indiferenciada: se da cuando ocurre el diagnóstico de esquizofrenia pero no cumple con los parámetros o criterios de la paranoide, hebefrénica o catatónica.
5. Esquizofrenia residual: en esta se manifiestan con una baja intensidad los síntomas positivos.
A estos cinco tipos de esquizofrenia, la OMS añade dos más:
6. Depresión postesquizofrénica: es el trastorno depresivo que surge a raíz de un problema esquizofrénico, en el que pudieran manifestarse algunos síntomas propios de la enfermedad.
7. Esquizofrenia simple: muestra síntomas negativos, sin la manifestación de alucinaciones ni delirios.
La esquizofrenia por sí sola resulta en un deterioro progresivo y crónico de las funciones mentales que afectan la conducta y el comportamiento de manera prácticamente permanente de quien lo padece, pero existen una serie de trastornos que se relacionan con esta enfermedad, puedan confundirse con ella, o son causa y consecuencia de la misma.
Este trastorno presenta los síntomas de propios de la esquizofrenia (delirios, alucinaciones, lenguaje desorganizado, comportamiento catatónico, etc.) pero con la diferencia principal de que su duración está establecida entre los 1 y 6 meses. Además, no es necesario que exista un deterioro en desarrollo laboral o cotidiano del individuo, aunque no deja de ser probable su ocurrencia.
Debido a la duración de este trastorno, su diagnóstico debe ser realizado al finalizar el periodo de 6 meses establecidos, después de que el paciente se haya curado, o bien podría hacerse un diagnóstico provisional antes de finalizar este periodo de tiempo, pero si los síntomas persisten tras los 6 meses de enfermedad, entonces debe ser cambiado.
Se caracteriza por episodios de esquizofrenia en los que predominan los síntomas de carácter depresivo durante el tiempo que se manifieste la enfermedad. Es importante saber también que pueden aparecer delirios y alucinaciones por cortos periodos de tiempo, mientras que no existen síntomas de carácter afectivo. Adicionalmente estos síntomas no deben ser generados por el consumo de alguna sustancia, como las drogas o medicamentos.
Este trastorno está caracterizado única y exclusivamente por la aparición de ideas delirantes en periodos no menores a 1 mes de duración y que pudieran persistir incluso durante toda la vida. Los demás síntomas de la esquizofrenia no se manifiestan, con la única excepción de la aparición de alucinaciones o delirios, siempre y cuando tengan relación directa con los delirios que sufre el paciente.
El trastorno delirante no debería afectar el desempeño laboral, social y cotidiano del individuo mientras que los síntomas no aparezcan, y estos no deben ser causados por el consumo de sustancias como drogas y medicinas.
Los trastornos psicóticos breves se caracterizan principalmente por la manifestación de síntomas positivos, de manera repentina e inesperada, y con una duración que va desde 1 días hasta 1 mes, permitiendo al paciente volver a sus actividades cotidianas sin ningún tipo de dificultades, una vez que ha superado la patología. Igualmente los síntomas no deben ser causados por consumo de sustancias, como drogas o medicinas, o por las incidencias de alguna otra enfermedad.
Este tipo de trastornos ocurren cuando aparecen ideas delirantes en el paciente, que han sido adoptadas a causa de las ideas delirantes sufridas por otro individuo que se encuentre padeciendo de un trastorno delirante. En este caso se habla de que ambas personas han compartido dichos delirios, siendo llamada la persona con el trastorno original inductor o caso primario.
Por lo general, las ideas delirantes que prevalecen mientras se mantenga el diagnóstico de este trastorno corresponden a las que se manifiestan en el paciente inductor, y suele suceder que cuando esta relación se rompe, los delirios de la otra persona van disminuyendo progresivamente, hasta el cese definitivo.
Adicionalmente este trastorno no necesariamente ocurre sólo entre dos personas. En muchos casos, puede ser padecido entre muchos individuos, siendo indispensable la determinación de quién de ellos es el inductor, para un correcto tratamiento.
La esquizofrenia se trata de una enfermedad que acompañará al paciente para toda la vida, a causa de su carácter crónico. El tratamiento, por lo general, siempre consistirá en una combinación entre la prescripción médica y la psicoterapia, el primero para reducir el impacto de los síntomas, y el segundo como método de ayuda al paciente a hacerle comprender su problema y lograr de alguna manera enseñarlo a vivir con ello, con el objetivo fundamental de reinsertarlo a la sociedad.
El tratamiento en fase temprana es fundamental. Mientras más rápido se haga el diagnóstico de la esquizofrenia, mayor será la posibilidad de aplicar un tratamiento que posibilite la recuperación de las habilidades del paciente; en caso contrario, los efectos de los síntomas a cada momento podrían hacerse más graves, dificultando las posibilidades de mejora del afectado.
La prescripción médica se basa esencialmente en la receta de antipsicóticos, que ayudan principalmente a la disminución de los síntomas y la prevención de recaídas, acompañados de otros medicamentos que ayuden a mejorar el estado de ánimo del paciente.
Existen dos grandes tipos de antipsicóticos, que ambos tienen la capacidad de corregir los desequilibrios de los neurotransmisores y ayudar a aliviar los síntomas positivos:
Antipsicóticos típicos, convencionales o de primera generación: con ventaja en el control sobre los síntomas positivos de la enfermedad, pero muy poco efectivos ante los síntomas negativos y los cognitivos, llegando incluso a agravarlos y produciendo severos efectos secundarios como rigidez muscular o temblores. En este grupo son muy conocidos el Haloperidol, la Clorpromozina, la Tioridazina, la Clotiapina y el Sulpirid, entre otros.
Antipsicóticos atípicos o de segunda generación: tiene grandes ventajas sobre el control de los síntomas tanto positivos como negativos y cognitivos, además de que reducen el grado de los efectos secundarios y su frecuencia de consumo es menor ya que existen los llamados antipsicóticos de larga duración (con efectos más tolerables y de más fácil administración), como alternativa a los de toma diaria (más agresivos y con mayor riego de recaídas en caso de abandonar el tratamiento). Entre los más conocidos se encuentran la Clozapina, la Olanzapina, la Risperidona y el Sertindol, entre otros más.
Seguir el tratamiento médico no es una tarea sencilla. Para la gran mayoría de los esquizofrénicos resulta muy complicado cumplir con el tratamiento y se estima que aproximadamente el 74 % de los pacientes lo abandonan al pasar un año desde su establecimiento. Como consecuencia, el paciente se arriesga a sufrir graves recaídas que le inducen a perder el control total de sus capacidades personales, desarrollando una fuerte dependencia a las demás personas al no ser capaces de valerse por sí mismos.
En este sentido es importante mencionar que no existe un tratamiento único debido a que cada persona reacciona de manera diferente a las medicinas, por lo que constantemente el tratamiento podría variar en función de la respuesta que proporcione cada paciente, hasta encontrar el ideal para el mismo. Aun así, con el pasar del tiempo es casi seguro que este tratamiento establecido como el definitivo comience a fallar, siendo necesaria una nueva revisión médica, haciendo de la constante comunicación con el médico tratante una prioridad para su control efectivo, e imposible la determinación de cuánto tiempo este pueda durar.
Es por esto que en los últimos años se han renovado muchas técnicas de tratamientos farmacológicos en las que se da un mayor uso a los antipsicóticos atípicos, cuya frecuencia de consumo puede ser regulada de manera que al paciente se le haga más fácil su control y además le ayude a olvidar progresivamente que sufre de alguna enfermedad.
Es casi seguro que el tratamiento con antipsicóticos produzca numerosos efectos adversos en la mayoría de los pacientes con esquizofrenia. Esto puede deberse a múltiples causas y siempre existe el riesgo de que deje de tomarse por el temor a los síntomas secundarios, sin saber que son en todo momento perfectamente tratables, inclusive con otros medicamentos.
Los pacientes deben mantenerse en constante comunicación con su médico para hacerle saber cómo se sienten en todo momento ingiriendo las medicinas. Debido a las variables reacciones que pudieran ocurrir, los tratamientos nunca son estáticos y el médico debe estar al pendiente de proporcionar las indicaciones ideales a cada paciente, para procurar no solo los mejores resultados posibles, sino también el menor impacto de los efectos adversos.
Son muchos los efectos, pero los más frecuentes son los que afectan al sistema nervioso y muscular, que incluyen rigidez muscular, temblores, debilidad general y movimientos involuntarios de alguna parte del cuerpo, especialmente la cabeza y la boca, como si se trataran de tics nerviosos.
También suele suceder que el paciente sienta sedación o somnolencia, visión borrosa, salivación excesiva, dificultad para orinar, disfunción eréctil, descontrol menstrual, taquicardias, estreñimiento, y reducción de las capacidades cognitivas como la concentración o la memoria.
Prácticamente cualquier malestar, ajeno a los síntomas propios de la esquizofrenia, que se manifieste cuando se comienza un tratamiento con antipsicóticos, se trata de un efecto secundario producido por dicho tratamiento. Para evitarlos al máximo posible se recomienda la medicación con antipsicóticos atípicos o de segunda generación, con los que se ha demostrado un menor impacto que el causado por los convencionales o de primera generación.
La terapia psicológica y psiquiátrica debe ser aplicada en paralelo a la terapia médica, esto con dos objetivos principales: el primero, ayudar al paciente a aceptar su condición y que este aprenda a vivir con ello, y segundo, garantizar que pueda convivir en armonía con su entorno familiar y social.
Al igual que con el tratamiento médico, la psicoterapia debe ser personalizada, ya que cada individuo es único y se ve afectado por la enfermedad de una manera muy específica. El profesional encargado de la terapia debe establecer una relación de confianza mutua con su paciente para conocer cuáles son exactamente sus síntomas y evaluar la evolución de la enfermedad con el paso del tiempo, para así determinar los elementos estresantes que le hacen daño y garantizar una mejoría.
El trabajo del terapeuta también debe incluir a los familiares y personas allegadas al paciente, con quienes va a establecer las estrategias para hacer sentir al esquizofrénico en un entorno sano en todo momento. Esto ayuda a garantizar un desenvolvimiento más natural de la persona en todos los lugares en los que se desarrolla, y podría incluso lograr su reinserción a las actividades cotidianas, como el estudio y el trabajo.
Siempre existe la posibilidad de desmejoramiento en cuanto a la aceptación propia debido a la enfermedad, llevando al paciente a caer en cuadros depresivos, sufrir de ansiedad, recurrir al consumo de sustancias tóxicas y muy frecuentemente pensar en la idea del suicidio. En estos casos la presencia del psicólogo es vital para ayudar al paciente a recuperar la calma y el autoestima, así como la de personas cercanas que le incentiven a asegurarse de que no se encuentra solo y debe salir adelante para volver a tener una vida normal.
En algunos casos extremos y muy excepcionales, pudiera darse el caso en que los antipsicóticos no logren mejoría alguna en los pacientes, haciéndoles tener graves recaídas con delicadas consecuencias, como los intentos de suicidio o las reacciones agresivas.
En estos casos existe la opción de la terapia electroconvulsiva, o terapia de electroshock. Este es un tratamiento que tiene muchos detractores y posiblemente lo más recomendable sea recurrir a esta opción sólo en última instancia, pero en la actualidad su aplicación puede ser realizada de manera segura, y es muy efectivo especialmente en los casos de esquizofrenia catatónica.
La esquizofrenia es una enfermedad crónica y permanente que sencillamente no tiene curación. Sin embargo, se ha determinado que con un tratamiento adecuado, tanto por el uso de antipsicóticos como a través de la psicoterapia, los síntomas de esta patología pueden verse reducidos a una mínima expresión, como si hubiese sido curada, con lo que se garantiza una vida normal para el paciente, conduciéndolo de vuelta al estudio o el trabajo, y permitiéndole incluso formar una familia.
Llevar una vida lo más normal posible también ayuda en una justa medida al esquizofrénico. Mantenerse activo en alguna ocupación le permite liberarse de pensamientos negativos, lo cual reduce el estrés que significa saber que se encuentra enfermo, y así reduce también la posibilidad de sufrir algún tipo de depresión.
Por otra parte, esta enfermedad no se puede prevenir, aunque sí sus síntomas, siguiendo el tratamiento indicado por el médico, quien es el único que debería autorizar la suspensión o cambio de la medicación. Una mala formulación del tratamiento puede causar graves recaídas, haciendo reaparecer los síntomas con una mayor potencia de la que tenían anteriormente.
Afrontar la enfermedad y aprender a vivir con ella es la única alternativa que tiene la persona que la sufre. Las consecuencias de su padecimiento siempre van a estar subordinadas al correcto tratamiento, por lo cual es de suma importancia el acompañamiento de un profesional especializado y responsable, así como de las personas cercanas como familiares y amigos, que le proporcionen un entorno sano y de apoyo en todo momento.