Así como la anorgasmia es la disfunción sexual más común en las mujeres, los hombres también padecen de un trastorno sexual muy común. Se trata de la impotencia o disfunción eréctil, caracterizada por la incapacidad que tienen los varones para lograr o mantener una erección lo suficientemente firme y durante el tiempo necesario para llevar a cabo el coito.
Se estima que esta patología afecta aproximadamente al 20 % de los hombres de la población mundial; de hecho, es sabido que todos los hombres pueden tener problemas para alcanzar una erección al menos una vez en su vida, o incluso varias, un hecho tan probable como sufrir una gripe ocasional.
La gravedad de la enfermedad se determina cuando la incapacidad se extiende por periodos prolongados, generalmente mayores a los tres meses, motivada a factores físicos o psicológicos. Este trastorno puede padecerse a cualquier edad, aunque el riesgo es mucho mayor al cumplir los 40 años y las probabilidades aumentan considerablemente a partir de ese momento.
La disfunción eréctil no debe confundirse con otros trastornos de la sexualidad similares, principalmente con la falta de deseo sexual, ya que este último está dado por la ausencia de libido, que pueden experimentar tanto hombres como mujeres.
¿Por qué ocurre la impotencia sexual?
Cuando un hombre sufre de impotencia, se debe principalmente a una falla orgánica que se sucede en el pene. Este órgano está formado por dos estructuras llamados cuerpos cavernosos que se llenan de sangre con la presión lo suficientemente necesaria para aumentar su tamaño y volverse rígido, produciendo la erección.
Este proceso se origina gracias a señales que llegan provenientes desde el cerebro transmitidas al pene por medio de la médula espinal y los nervios erectores, que son las que dan la orden de bombear la sangre hacia los cuerpos cavernosos.
Pero cuando ocurre algún problema que afecta la circulación sanguínea a través del pene, unos conductos que tienen los cuerpos cavernosos llamados sinusoides, que son los encargados de almacenar la sangre durante la erección, no dejan ingresar el líquido vital de forma correcta, o bien la dejan escapar durante el almacenamiento, lo cual hace difícil mantener la rigidez necesaria.
En este sentido, cualquier afectación que impida el normal funcionamiento del cerebro, la médula espinal y los nervios erectores, representan un potencial factor de riesgo para producir la impotencia sexual.
La impotencia sexual puede tener dos orígenes concretos: físico (por causas orgánicas) o psicológico; en algunos casos también suele suceder una combinación de ambas causas, en la que componentes psicológicos agravan la situación debido a la ansiedad de padecer un problema netamente físico.
Hasta hace varios años, el origen de la impotencia era comúnmente relacionada a causas psicológicas. Sin embargo, ahora diferentes estudios demuestran que entre el 70 % y 80 % de los hombres con este trastorno presentan algún factor de riesgo físico
Algunas de las causas que deben ser evaluadas al momento de determinar si un hombre sufre de impotencia sexual o disfunción eréctil son las siguientes:
Causas médicas
Para un 17 % a 50 % de los hombres que acuden a un médico por experimentar impotencia, la causa de su problema se debe a enfermedades que padecen y que afectan directamente alguna parte del organismo vinculado al desempeño sexual.
Por ejemplo, la mayoría de los diabéticos y quienes presentan niveles irregulares de colesterol en la sangre, tienen un alto riesgo de sufrir ateroesclerosis (depósitos de colesterol en las arterias) u otras variantes de daño nervioso, que terminan afectando también los nervios del pene y causando disfunción sexual.
Pacientes hipertensos suelen ser víctimas de impotencias, situación que se agrava debido al consumo de medicamentos antihipertensivos como efecto colateral del tratamiento; el aspecto positivo de este caso es que la impotencia desaparece en la mayoría de las ocasiones, cuando los medicamentos se detienen.
Por otra parte, son también causas de impotencia las lesiones relacionadas a cirugías de la próstata o tratamientos para el cáncer de próstata o colorrectal. A esto se suman las lesiones en la médula espinal o el músculo pelviano, que afectan directamente los impulsos nerviosos hacia el pene.
Consumo de medicamentos, cigarrillos y alcohol
Aproximadamente el 25 % de los casos de impotencia se debe al consumo de medicamentos, alcohol y/o cigarrillos. Muchos medicamentos prescritos para una gran cantidad de tratamientos médicos, como antihipertensivos, los usados en quimioterapias y tratamientos psicológicos, tienen entre sus efectos secundarios la generación de disfunción eréctil, que afortunadamente desaparece cuando dichos tratamientos finalizan.
De igual manera, el consumo de cigarrillos contribuye en la aparición de la impotencia debido a que tiende a aumentar la gravedad de otros trastornos como la presión alta y la ateroesclerosis. Por su parte, es sabido que el alcohol reduce la inhibición de las personas cuando se consume en dosis péquelas, pero el consumo no moderado afecta directamente el sistema nervioso central, lo cual dificulta el desempeño sexual.
Complicaciones hormonales
Aunque menos frecuentes, suelen estar relacionadas a la edad. El nivel de capacidad sexual puede estar directamente enlazada a la ausencia de hormonas masculinas, especialmente la testosterona, que se va perdiendo a medida que los hombres envejecen, causando disfunción eréctil.
Factores psicológicos
En casi todos los casos de impotencia se encuentran factores psicológicos que, o bien causan por sí mismos este trastorno, lo cual representa entre el 20 % y el 30 % de los pacientes, o son consecuencia directa de sufrirlo. En el primer caso, el estrés y agotamiento afecta directamente las señales que el cerebro envía a todo el sistema nervioso; además, las personas deprimidas o con ansiedad pueden pasar por periodos de dificultad sexual, que incluyen la disfunción eréctil entre los síntomas.
Problemas en el trabajo, preocupaciones familiares o económicas, llevan al hombre a ir dejando de lado poco a poco el tema del sexo, hasta llegar al punto de perder todo tipo de interés. Otro factor de origen emocional puede ser haber recibido una educación muy estricta en torno al sexo, lo cual provoca sentimientos de represión alrededor del tema sexual. Esto está relacionado a la baja autoestima o al temor a la intimidad con otra persona; básicamente son muchas las causas que están por dentro de cada quien.
También es un factor emocional importante el nivel de deterioro que pueda existir dentro de una relación de pareja. Cuando los problemas interpersonales son muy fuertes y tienen cierto tiempo, el hombre puede sentirse triste o deprimido, desencadenando problemas de disfunción sexual.
Por otra parte, cuando los factores psicológicos como la ansiedad y la depresión son consecuencia de la impotencia, estas condiciones actúan como perpetuadores del trastorno, esto porque la preocupación del mal desempeño sexual introduce pensamientos negativos en la mente de los pacientes, que originan sentimientos de frustración y fracaso y que, lejos de ayudar a solucionar el problema, agravan la situación.
Los tipos de impotencia se definen según su causa, estableciendo así la impotencia orgánica y la impotencia psicológica. En los casos de impotencia orgánica, se clasifican de la siguiente manera:
Impotencia vascular
Es el tipo de impotencia orgánica más común, producida netamente cuando la sangre no llega al pene en cantidad suficiente y no se produce la erección, o cuando los cuerpos cavernosos reciben la sangre pero esta no se retiene de manera adecuada, perdiendo de manera inmediata la rigidez. En cualquiera de los dos casos, la impotencia vascular se asocia directamente a fallas propias de la circulación sanguínea.
Impotencia neurológica
Es producida específicamente cuando los estímulos del cerebro y la médula espinal no llegan al pene por problemas en la transmisión de las órdenes a través de los nervios erectores, por lo que la erección ni siquiera se produce.
Impotencia hormonal o endocrina
Sucede cuando el organismo no produce la suficiente cantidad de la hormona masculina llamada testosterona, necesaria para incrementar el deseo sexual.
La impotencia psicológica es precisamente aquella producida por causas psicológicas que afectan el desempeño sexual del hombre. Sin embargo existe un detalle importante que acotar y es que en este caso, las órdenes enviadas por el cerebro y la médula espinal son recibidas por el pene de manera correcta y la circulación de sangre se realiza sin problemas, pero la erección se ve imposibilitada debido a que los problemas psicológicos del hombre, como miedo, ansiedad, estrés o complicaciones de pareja, impiden tener una respuesta sexual positiva
El impacto psicológico a causa de la impotencia sexual es algo que muy seguramente ocurrirá en la mayoría de los casos. Muchos hombres cometen el error de culparse a sí mismos por padecer este trastorno, aunque su origen sea por un problema físico sobre el cual ellos no pueden hacer nada al respecto en primera instancia. Por este motivo, la impotencia psicológica también requiere de mucha atención para ser solucionada y evitar que se convierta en algo incurable.
El hombre debe encontrar la manera de no caer en pensamientos negativos cuando comienza a sufrir de disfunción eréctil, y esto se logra mediante una preparación psicológica con la cual se mentalice en que todo va a estar bien. La compañía de su pareja y las conversaciones con ella le ayudarán a sentirse en confianza y saber que cuenta con su ayuda.
La estadística afirma que apenas el 10 % de los hombres que padecen disfunción eréctil buscan ayuda médica para encontrar una solución a este problema. Esto es un error atado al hecho de que las sociedades machistas de la actualidad indican desde hace años que un hombre con problemas sexuales es causa de vergüenza; pero esto no es así, porque la impotencia al igual que otros trastornos de la sexualidad pueden curarse con la ayuda y el acompañamiento adecuado.
El primer paso del tratamiento es conseguir la causa de la impotencia. Con un diagnóstico preciso, el médico podrá indicar el tratamiento adecuado. La mayoría de los casos de disfunción sexual obedecen a un origen orgánico, por lo que basta con la aplicación de ciertos procedimientos médicos más cambios en los hábitos de vida para solucionarlo.
Por ejemplo, los pacientes con impotencia hormonal o impotencia vascular cuentan con rápidas soluciones. En el primer caso, un tratamiento sustitutivo con testosterona es una alternativa rápida para aliviar el problema; en el segundo, la corrección de los factores de riesgo vascular contribuiría a la mejora en el desempeño sexual.
También existe el tratamiento farmacológico. Las medicinas conocidas como inhibidoras de la fosfodiesterasa-5 son actualmente la primera elección para combatir la disfunción eréctil. La Fosfodiesterasa Tipo 5 (PDE5) es una sustancia química que disminuye la cantidad de sangre que ingresa a los cuerpos cavernosos ya que eliminan el óxido nítrico de la circulación sanguínea. Esta droga, que no debe ser utilizada en ningún caso sin supervisión médica porque puede causar desequilibrios de la presión arterial, disminuye la acción de la PDE5, aumentando la permanencia del óxido nítrico en la sangre y facilitando la erección.
Los inhibidores de la PDE5 tienen un 70 % de eficacia en los tratamientos contra la impotencia. Entre los más comunes se pueden mencionar tres:
Sildenafil: Es la primera en ser utilizada en la historia, con una acción que inicia tras pasar media hora y puede mantenerse durante un día. Actúa aumentando el flujo sanguíneo al pene y no afecta el deseo sexual en ninguna medida. Sus efectos secundarios pueden ser dolor de cabeza, sofocos y trastornos gastrointestinales.
Vardenafil: Semejante al seldenafil, facilita la erección en presencia de estimulación sexual. Debe tomarse una hora antes del acto sexual y su efecto dura hasta 12 horas. Su resultado puede retrasarse si se consumen alimentos altos en grasas. Entre los efectos secundarios están leves dolores de cabeza, mareos, náuseas y rinitis.
Tadalafil: Facilita la respuesta de las erecciones si hay estímulo sexual, con un rápido efecto tras su administración, que puede prolongarse hasta un día y medio. Su resultado no se ve afectado por el consumo de alimentos y sus efectos secundarios van desde dolores de cabeza, dolores musculares y rinitis.
El tratamiento de la impotencia por medio de la psicoterapia debe ser controlado por un psicólogo especialista en psicología clínica con experiencia en terapia sexual, quien se encargará de analizar los motivos por los cuales el paciente ha experimentado las condiciones psicológicas que desencadenaron la disfunción. El objetivo del tratamiento es ayudar al paciente a superar los pensamientos negativos, liberarse del miedo y de las constantes autoevaluaciones que le llevan a presionarse a sí mismo.
El tratamiento psicológico se divide en tres niveles que ayudarán a superar la impotencia, sin importar cual sea su causa:
Nivel cognitivo: Es el nivel más importante porque permite reconocer cuáles son los pensamientos que se generan en el paciente a causa de la disfunción eréctil, y además determinar con exactitud cuáles son los miedos y actitudes que toma a raíz de la situación. Con el acompañamiento adecuado, es posible lograr una reorientación de los pensamientos negativos que el paciente se hace a sí mismo y comenzar a asimilar su disfunción, para así acabar con el sentimiento de culpa, aumentar la autoestima, el estado de ánimo, derribar los mitos y tabúes relacionados al sexo y eliminar la ansiedad.
Nivel fisiológico: Está destinado a reducir el alto nivel de ansiedad generada por la disfunción eréctil. Con esta terapia, el paciente aprende a relajarse por medio de ejercicios de respiración que le llevarán a sentirse más tranquilo y en equilibrio.
Nivel conductual: En este nivel se persigue realizar una serie de ejercicios propuestos por el médico tratante, a fin de modificar el comportamiento del paciente en función de superar la impotencia. Dichos ejercicios pueden realizarse de forma individual o en pareja, e incluyen ejercicios de concentración, estimulación a través de caricias, entre otros.
Existen aún más métodos que sirven como cura de la impotencia. Por ejemplo, las inyecciones directamente en el pene de ciertas sustancias utilizadas en el tratamiento de este trastorno, actúan de manera local facilitando la erección, así como también funciona la aplicación de cremas o tópicos producidos para tal fin. También puede funcionar la aplicación de ondas de choque de baja energía en el órgano sexual masculino, destinadas a mejorar la circulación sanguínea en el área genital y favorecer la erección.
En última instancia, podría considerarse la instalación de una prótesis peniana mediante cirugía, procedimiento al que generalmente se recurre en última instancia, cuando ningún otro método probado con anterioridad surte efecto.
Tal como ya se ha visto, la impotencia tiene causas muy específicas de origen orgánico y psicológico. Conociendo estos factores, no es difícil determinar ciertas acciones que puedan mejorar el estado de salud tanto físico como mental, que ayuden a prevenir este trastorno. Algunos de los consejos que se pueden seguir en la vida diaria son los siguientes:
Cambiar los hábitos de vida en relación al consumo de alimentos ricos en grasas, así como el alcohol o los cigarrillos, para prevenir la aparición de problemas vasculares.
Modificar los tratamientos farmacológicos que puedan provocar disfunción eréctil, como medicamentos antihipertensivos o antidepresivos.
Hacer ejercicios frecuentemente para ayudar a relajar el cuerpo y tener un buen estado físico.
Mantener relaciones sexuales con frecuencia, buscando el mayor placer posible y compartiendo los sentimientos con su pareja amada.
Psicólogos de Venezuela expertos en impotencia sexual