La terapia de parejas se ha convertido durante los últimos años en la alternativa ideal para solucionar los problemas que puedan surgir en esta instancia, sin importar el nivel de relación de pareja que se esté viviendo, ya sea como novios, prometidos, esposos o concubinos. Su objetivo fundamental es resolver las crisis de parejas originadas por las fallas de comunicación que ponen en riesgo la estabilidad de la relación, y así garantizar una convivencia positiva o, en el peor de los casos, al menos lograr una separación amistosa.
Cuando se inicia una relación de pareja, todos los factores en común obedecen al enamoramiento que sienten ambas personas, al sentimiento de querer estar juntos en todo momento y a la pasión que surge al comienzo de dicha relación. Pero con el pasar del tiempo comienzan a surgir esas verdades de cada quien que estuvieron ocultas ante la mirada del amor, y las distintas realidades se hacen presentes.
Algunos expertos afirman que las dificultades comienzan a manifestarse a partir del tercer año de relación, otros extienden el tiempo de amor incondicional en el rango de los cuatro a siete años. Lo cierto es que a medida que avanza el calendario la convivencia comienza a experimentar los problemas de la cotidianidad, principalmente de comunicación entre los miembros de la pareja, que deben ser solucionados antes de que sea demasiado tarde.
Pero los problemas en la vida de pareja pueden tener muchos motivos, por lo cual es importante realizar un repaso a esas causas más comunes o frecuentes que puedan ocasionar una crisis de pareja:
Las diferencias de personalidades son inevitables, básicamente porque cada persona es como es. Con el tiempo, cada uno comienza a revelar sus verdaderos objetivos, intereses y hábitos que en un principio no fueron un problema a causa del enamoramiento, pero este aspecto combinado con la rutina comienza a dar pie a numerosos pequeños problemas que terminan convirtiéndose en uno mucho mayor.
De alguna manera, las diferencias revelan también la necesidad de poder que cada persona comienza a necesitar y ejercer dentro de la relación. El mayor deseo de ambos es que los gustos y prioridades de cada uno sean los gustos y prioridades de los dos, desencadenando una lucha de poderes por determinar quién es el que toma las decisiones, haciendo surgir desequilibrios que provocan el tambaleo de la relación.
Es lógico pensar que a mayor número de diferencias, el desequilibrio también es más grande. Lo ideal es que cada miembro de la pareja comprenda que ya no viven dos vidas por separados sino una vida en conjunto, que les permita compartir los mismos intereses, objetivos y prioridades sin que esto signifique verse en la obligación de renunciar a sus propios sueños ni truncar los del otro.
Este aspecto involucra dos vertientes. La primera obedece a no manifestar todos los sentimientos que tiene la persona, o las acciones que ejecuta, lo cual conlleva a ocultar información valiosa que podría ayudar a mejorar las relaciones.
La segunda vertiente de alguna manera es consecuencia de la primera, y se trata del surgimiento de pensamientos negativos infundidos por no saber lo que piensa la otra persona. Esta situación genera sentimientos de angustia y paranoia por creer que la pareja tiene percepciones u opiniones erradas acerca de los diferentes escenarios que se presentan día a día, como por ejemplo creer que está molesto o molesta simplemente por estar en silencio durante un momento prolongado.
La prolongación de los patrones de comunicación negativa se va agravando con el pasar del tiempo, hasta que finalmente se hacen insoportables y terminan casi siempre en la ruptura de la relación.
Dicen que el amor dura tres años, y este parece ser realmente el tiempo por el que se prolonga el enamoramiento inicial, potenciado por la pasión, el afecto y la ternura. Este es el periodo durante el cual cada uno se dedica por completo al otro. Pero cuando esta etapa termina, surgen los conflictos por comenzar a pensar en los objetivos individuales que tiene cada uno.
La llegada del primer hijo siempre es sinónimo de revolución familiar. El crecimiento de la familia implica una inevitable modificación en la rutina y en muchas ocasiones esto genera disgustos y frustraciones. El cuidado que necesitan los recién nacidos suele causar conflictos que poco a poco van desgastando la relación.
El problema es aún mayor cuando el embarazo surge de manera no deseada, especialmente en parejas jóvenes que realmente no están preparadas para la llegada de los hijos. Esta situación suele generar el cambio de metas y objetivos tanto personales como comunes, por lo que el panorama cambia por completo.
El estrés por maternidad es prácticamente inevitable. En estos casos se recomienda buscar la ayuda de otras personas de confianza, ya sea dentro o fuera de la familia, que pueda acompañar a la pareja a lidiar con los primeros meses de la maternidad y así aligerar la carga que permita reducir el riesgo de conflictos y evitar una crisis matrimonial.
¿Y qué pasa cuando la convivencia ya se desarrolla bajo el mismo techo? El ritmo de vida exige que ambos miembros de la pareja tomen parte activa en las labores del hogar, y la distribución de tareas siempre es motivo de conflicto.
Anteriormente las mujeres se asociaban a estas labores, pero en la actualidad ya nada es igual. Ellas pueden tener responsabilidades fuera de casa, tantas o más que los mismos hombres, por lo que las tareas caseras demandan más atención de ellos, que no siempre se sienten a gusto al respecto.
Adicionalmente las responsabilidades de cada miembro de la pareja en el ámbito económico pueden generar conflictos relacionados a quién hace los gastos sobre qué, además de aquellos gastos que realiza uno de ellos sin consultarlo con el otro.
El paso de los años es implacable y llega el momento en el que la actividad sexual disminuye en la pareja. En muchos casos se debe simplemente a que la atracción física ya no es igual a la de las etapas tempranas de la relación, y la falta de actividad sexual afecta severamente su estabilidad.
En otros casos, esta situación se debe a problemas de disfunción sexual. Se estima que un 30 % de las parejas viven su día a día sin actividad sexual plena, y son muchas las que ni siquiera se atreven a hablar sobre el tema, mucho menos a buscar ayuda profesional.
No siempre las relaciones con las familias del otro son favorables, especialmente con los suegros. Aunque ambos estén totalmente conscientes de que tomaron la decisión de abandonar sus familias para formar una nueva, no siempre es posible desligarse por completo, porque simplemente la relación filial no se pierde y el amor prevalece.
Por lo general esta relación influye muchísimo en la toma de decisiones en común, por lo que el surgimiento de conflictos por esta causa es muy frecuente. En este aspecto es necesaria la existencia de comprensión y el tratamiento de los miembros de la familia de la pareja con la mayor cortesía posible.
Los celos suelen hacer sentir a la pareja que está en una situación de eterna desconfianza, lo cual reduce la comodidad que podría sentir una persona al estar con su pareja.
En otro sentido, las actividades que uno de los miembros de la pareja suele hacer en compañía de otras personas, como por ejemplo los amigos, pueden significar un aumento de la sospecha de que se hace algo indebido, pero en realidad esta situación puede deberse no más a pensamientos paranoicos y sin sentido.
Este es el motivo de la mayor parte de las rupturas ya que la persona burlada comienza a sentir una enorme frustración y resentimiento, además de que fue totalmente irrespetada la relación y la confianza.
La terapia de pareja comenzó a implementarse formalmente en la década de 1950, como alternativa a la que pudieran acudir los matrimonios que tuvieran problemas de convivencia, con la finalidad de resolverlos y retomar la estabilidad de la relación, con la ayuda de un consejero matrimonial. En la actualidad la terapia de pareja puede abarcar aún mucho más, no sólo siendo limitada a las uniones matrimoniales, sino a la convivencia de parejas en general, como noviazgos o concubinatos.
Ningún proceso de convivencia es tan sencillo como para que los cambios que comienzan a surgir con el tiempo no afecten directamente la relación. Ambos miembros de la pareja deben encontrar la manera de adaptarse a dichos cambios, de tal forma que la convivencia no se deteriore, pero a medida que pasa más tiempo y estos cambios y diferencias se hacen más insoportables, además de que los recursos para adaptarse comienzan a ser insuficientes, entonces la insatisfacción dentro de la relación ya no puede ser escondida.
Además de la convivencia, los estados de ánimo individuales también son víctimas de los problemas de pareja. Una relación inestable puede provocar la aparición de trastornos psíquicos en las personas, como ansiedad, angustia, depresión, trastornos del estado de ánimo y bipolaridad, así como la aparición de conductas negativas como adicciones al alcohol o a las drogas, problemas sexuales, infidelidad y violencia familiar y de género.
En muchos casos la relación es estable y de manera repentina las cosas comienzan a salir mal. Esto no siempre significa un problema real, quizás es solo un simple episodio de crisis, y acudir a terapia puede simplemente ayudar a encontrar la raíz del conflicto para una rápida solución.
Con la terapia de pareja se busca poder encontrarle una solución saludable en términos psicológicos a esta situación, procurando la permanencia de la relación haciendo prevalecer el amor que ambos sienten, mediante la comunicación plena y la mutua comprensión.
A terapias de pareja se puede acudir en cualquier momento que los novios o esposos consideren que tienen un problema y son incapaces de solucionarlo ellos mismos. Esto hace suponer que no es necesario un tiempo o nivel determinado en la relación para buscar ayuda, ya que siempre puede resultar conveniente.
Sin embargo, existe un punto en el cual la terapia de pareja debe ser considerada seriamente, y este es cuando la relación comienza realmente a deteriorarse y surge el pensamiento recurrente de que la situación no se aguanta más. Este escenario por lo general amenaza con una separación inminente, y esa idea comienza a causar mucho dolor y angustia, especialmente en aquellos matrimonios que tienen hijos pequeños en su seno familiar.
A pesar de los beneficios comprobados de la terapia, no siempre es necesario pasar por ella, ya que muchas parejas logran resolver sus problemas por sus propios medios. Sin embargo, esta opción resulta ser sumamente efectiva, llegando a salvar alrededor del 75 % al 80 % de las relaciones y, en el peor de los casos, cuando la solución no parecer ser otra más que la separación, entonces el objetivo cambia a que esta se ejecute de la manera más amistosa y armoniosa posible, garantizando además la estabilidad emocional de cada individuo.
Los terapeutas o psicólogos de pareja no son más que los mismos profesionales en el área de la salud, con formación enfocada en la psicología clínica y que se han especializado en realizar terapias de pareja o familiares para la resolución de conflictos en ese ámbito.
El terapeuta o psicoterapeuta de pareja es el experto encargado de realizar las sesiones de entrevistas a los miembros de la pareja y recabar todos los datos que sean necesarios para entender la situación. El especialista debe procurar en todo momento escuchar con atención lo que cada uno tenga que decir, ya sea en sesiones conjuntas o individuales, y velará por que las opiniones y comentarios sean respetadas en cada turno de palabra.
En cada sesión con el psicoterapeuta, se debe garantizar la comodidad de la pareja, y que desde el primer instante entren en confianza y sientan que quien los atiende tendrá la capacidad de ayudarlos a llevar a buen término su situación. Una vez finalizada cada entrevista, el especialista debe asignar una serie de tareas que sean posibles de realizar para cada miembro de la pareja, juntos o individualmente, así como determinar la fecha del siguiente encuentro, para continuar con el seguimiento oportuno de cada caso.
Existen muchos modelos de terapias de pareja que se centran en problemas prácticos y que de alguna manera encuentren una relación directa con los objetivos de la relación. Entre los tipos o enfoques de terapias de pareja, existe la siguiente clasificación:
Terapia conductista:
Esta terapia se enfoca en estudiar todos los elementos que alrededor de la pareja que influyen en las conductas que adoptan en determinadas circunstancias. El objetivo de la terapia conductista es que el terapeuta indique una serie de tareas para cambiar el modo de hacer las cosas de la pareja, promoviendo el intercambio de conductas positivas compartiendo tiempo juntos, de manera que también se vayan reduciendo las experiencias negativas en la convivencia.
Terapia cognitiva:
En esta terapia lo que se busca es determinar la forma cómo cada miembro de la pareja recibe, maneja e interpreta la información, pensamientos y expectativas sobre la relación, de manera que sea posible reducir las distorsiones negativas que llevan a su vez a tomar actitudes igualmente negativas entre ellos, que desembocan en los problemas, y así puedan sentirse más cómodos.
De la combinación entre la terapia cognitiva y la terapia conductista, surge la terapia cognitivo-conductual, cuyo objetivo es poder modificar por igual tanto el modo de pensar como la manera de actuar de los individuos en la pareja, que ayuden a lograr cambios en las ideas, pensamientos y actitudes que antes podían ser contraproducentes en la relación.
Terapia integral:
Se trata de una combinación entre la terapia cognitiva y otras técnicas terapéuticas para fomentar de manera activa la aceptación.
La aplicación de esta terapia es especialmente recomendada a aquellas parejas que manifiesten tener incompatibilidades. La terapia se centra en encontrar la manera de que la pareja vuelva a sentirse cómoda a través de la empatía, que no es más que el entendimiento de los sentimientos del otro, para lograr la aceptación y tolerancia. Así aprenden a convivir juntos, comunicarse mejor y podrán sobrellevar la relación sin conflictos.
Terapia focalizada en las emociones:
En toda relación sentimental se manifiestan emociones tanto positivas como negativas. Esta terapia se centra en determinar cuáles fueron esas emociones negativas que llevaron a la pareja a tomar la decisión de buscar ayuda, de manera que sean capaces de evaluar ellos mismos el motivo del conflicto, y al mismo tiempo recuperar la importancia de las emociones positivas que contribuirán a reforzar los lazos de amor y revivir la conexión emocional que los unió al principio.
Terapia psicoanalítica o psicodinámica:
Este enfoque se basa en poder establecer cómo funciona una relación de pareja, determinando las personalidades individuales arraigadas en cada uno de los miembros de la pareja.
Al momento de iniciar una relación, las actitudes y prioridades individuales cambian, dejando el verdadero comportamiento escondido detrás del enamoramiento que se manifiesta durante los primeros meses. Con el tiempo esa personalidad vuelve a manifestarse, trayendo consigo muchos problemas a causa de que las personas descubren cosas que no sabían sobre la otra. Por lo general estas actitudes vienen desde la infancia, se encuentran en el inconsciente y crecieron junto a la persona, por lo cual cuando se quiere retomar esa forma de ser, se generan conflictos; este es un ejemplo típico del “así he sido siempre”.
Terapia sistémica:
Está basada en la teoría de sistemas, la cual indica que todo elemento por sí solo forma parte de un conjunto de elementos que trabajan en coordinación para poder subsistir. En este sentido, la terapia sistémica toma a cada individuo como parte de su propio sistema, en el cual va a cambiar en la medida que cambie todo lo demás.
Por lo general, ese sistema que es evaluado es la familia, ya que es precisamente las relaciones familiares las que determinan el modo de actuar y el estado de ánimo de cada uno.
Terapia transaccional:
Esta terapia en particular busca que cada individuo tome en cuenta su necesidad de relacionarse con los demás, pero al mismo tiempo haciéndose responsable de su comportamiento hacia los otros, basado en el entendimiento mutuo. En la pareja, cada persona demanda de atención según las necesidades que tengan, y en este aspecto cada uno debe aprender a regular esas demandas y atender las del otro en perfecto equilibrio. Debido a esto, los cambios son necesarios, al igual que la toma de nuevas decisiones que permitan salvar la relación, o llevarla a feliz término.
Terapia gestáltica:
También llamada terapia de pareja con el enfoque Gestalt, su objetivo no es propiamente identificar qué situaciones son las que generan los conflictos, sino crear nuevos patrones de comportamiento que permitan aprender otras fórmulas para relacionarse, hablar o tratarse mutuamente, de manera que esta sea la forma en que van a encontrarse las soluciones.
La idea con esta terapia es poder crear una nueva manera de actuar en común que les permita sentirse en sintonía en todo momento, debido a que en muchas ocasiones uno suele estar seguro de que el otro piensa de la misma manera, y esto no es así. Con esta terapia, las formas de pensar, actuar y comunicarse de forma verbal y no verbal apuntan en una misma dirección, lo cual les permitirá vivir nuevas experiencias en verdadero conjunto.
Esta terapia necesita de la participación activa de ambos miembros de la pareja debido a que deben actuar por igual y a la misma velocidad; comienza a prevalecer una sincronía entre ambos, que les va a permitir pensar en pareja, sentir en pareja y, en síntesis, actuar y mostrarse como una pareja en todos los entornos.
Terapia de objetivos limitados o terapia breve centrada en soluciones:
Esta técnica de psicoterapia puede ser abordada con cualquiera de los enfoques de terapias de pareja descritos anteriormente, pero llevada a cabo por un tiempo limitado, el cual es establecido en la primera consulta.
La idea es poder alcanzar objetivos definidos de manera específica, centrados en soluciones, y con el trabajo activo del terapeuta, pero con la particularidad de procurar no dar consejos, sino que los pacientes sean los que tomen sus propias decisiones en la medida que son alcanzados los objetivos.
Los cambios que se pueden lograr con la terapia de pareja involucran modificaciones en el comportamiento de los individuos, por lo que no basta con sólo hablar sino además se recomienda realizar una serie de actividades o ejercicios que los ayudarán a sentirse más cómodos y en confianza entre ellos.
Estas actividades pueden ser tomadas incluso como juegos, en los que la pareja va a intentar interactuar en un clima de armonía y amistad. Pueden ser realizados mientras se encuentre activa la terapia e incluso aún después de terminada, para ir reforzando los lazos afectivos con el tiempo.
Recordar los motivos por los cuales están juntos y actuar de manera positiva
En medio de la crisis de pareja o crisis matrimonial es muy común que ambos individuos olviden inconscientemente los motivos por los cuales inicialmente decidieron estar juntos, aquellos rasgos del otro que le atrajeron y por los que se sintieron lo suficientemente enamorados como para emprender un camino juntos.
La pareja no debe permitir que la molestia o crisis por la que transitan sea un impedimento para destacar esos rasgos o cualidades que tanto les gustaron y les siguen gustando. Una buena actividad, en caso de no sentirse de ánimos para conversar, puede ser intercambiar papeles en los que se haya escrito halagos o mensajes positivos dirigidos al otro. También es bueno mantener la cordialidad; a pesar de no estar de buen humor, siguen conviviendo juntos y no es sano convertir a su media naranja en un enemigo imaginario. Los buenos modales y actos de cortesía ayudarán a ver con buenos ojos al otro, y esto podría significar una motivación para arreglar las cosas.
Reconocer los errores que se cometen
Esta es la prueba irrefutable de la humildad. En toda discusión, cada individuo tiene su cuota de responsabilidad en el motivo de la misma, pero difícilmente son capaces de aceptarlo y terminan por recriminar al otro todo lo sucedido. Lo conveniente en estos casos es ser capaz de aceptar la culpa que cada uno tiene en la situación.
Ciertamente siempre hay uno que tiene una cuota de responsabilidad mayor, pero el otro no puede sentirse librado de ninguna manera, porque aunque fuera posible medir la culpa y esta sea mucho menor en su caso, de igual forma el conflicto es cosa de los dos. Ambos deben ser capaces de ser humildes y aceptar los errores que los llevaron a ese punto. Este acto de contrición permite limar asperezas y contribuye a remediar el conflicto, porque ya ninguno de los dos estará a la defensiva y ambos tienen la intención manifiesta de solucionar el problema.
Roll play o intercambio de roles
A veces el problema es que no entendemos lo que siente la otra persona. Por medio de esta actividad cada uno se permite ponerse en los zapatos de su pareja, acción mediante la cual experimentará en carne propia lo que esta sienta en determinadas situaciones. La manera de proceder es muy sencilla: se debe elegir un tema de discusión determinado, y cada uno defenderá el punto de vista del otro.
No hacer suposiciones de lo que no sabemos
Es muy común que el paso del tiempo en una relación no sea realmente lo suficiente como para conocerlo absolutamente todo sobre la pareja, como todos sus gustos e intereses. En estas circunstancias, suele suceder que cada quien asume que el otro debería saberlo todo, cuando esto no es así, pero de igual manera tampoco lo hablan.
El ejercicio consiste en encontrar un momento para poder expresar todo lo que no se sabe, y así evitar suposiciones, desde gustos e intereses hasta cosas que no sean del completo agrado. Con este acto de honestidad, ambos podrán darse cuenta de que seguramente muchas de las cosas que suponían no son tales, y así lograrán mejorar la comunicación y el entendimiento.
Compartir nueva información con el otro
Relacionado con el punto anterior, en ocasiones es bueno organizar una sesión para revelar nueva información sobre uno mismo que el otro no sabía. Eso puede ayudar a despejar las dudas sobre el pasado que la pareja pueda tener, y en muchos casos puede hasta resultar divertido.
Discusión temporizada
En toda discusión es común que ambos miembros de la pareja suelan alzar la voz, interrumpir y ahogar al otro con sus argumentos, sin dejar que este pueda defenderse. La idea de este ejercicio es que cada uno pueda disfrutar de un turno en el que se desahogue sin sufrir las interrupciones del otro.
Durante un tiempo determinado, que pudieran ser tres minutos, cada uno podrá decir todo lo que tenga que decir, calmadamente y sin que el otro pueda hablar. La repetición de estas secuencias permite que se conozcan ambas opiniones al respecto y siempre puedan escucharse el uno al otro.
Disfrutar del sonido del silencio
Ocasionalmente la pareja debe encontrar momentos en los cuales sean capaces de disfrutar de la compañía del otro, sin emitir palabra alguna. Ya sea leyendo, escuchando música o recostados en un parque observando el cielo, este tiempo en silencio les permitirá valorar la presencia del otro, en ausencia de discusiones, además de servir como un buen ejercicio de relajación.
Antes de acudir a una terapia de pareja, lo más recomendable es que quienes toman este camino estén seguros de que quieren seguir con la relación, ya que el principal objetivo es precisamente salvarla. En este sentido, existe una serie de recomendaciones que pueden ayudar a mantener una relación sana y duradera: